Sherlock Holmes, fisonomía de un investigador deductivo

Las principales ediciones de su historia inician así: “Sherlock Holmes, personaje ficticio creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle, es un «detective asesor» en el Londres de finales del siglo XIX, que destaca por su inteligencia y hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles. Es protagonista de una serie de 4 novelas y 56 relatos de ficción, que componen el «canon holmesiano», publicados en su mayoría por «The Strand Magazine».” Pero, ¿qué es el razonamiento deductivo?, ¿cómo se compone el canon holmesiano?, ¿detective asesor?, en fin ¿quién es Sherlock Holmes? Estas son cuestiones que brevemente se pasaran a repasar.

Según los entendidos en el canon, este se puede organizar de forma cronológica (de acuerdo al orden de impresión), o mediante el desarrollo interno de las aventuras de los protagonistas. Es de mi preferencia, la disposición de los relatos. En este particular, según este orden, se verá la forma en la cual el personaje principal se da a conocer, tal y como lo describe su compañero el Dr. Watson (personaje protagonista-testigo-relator de los casos), y la forma en que lo perciben los personajes secundarios en los dos primeros relatos; A study in Scarlet (noviembre de 1887) y The sign of the four (febrero de 1894).

En el primer relato se explica la forma en la cual los dos detectives, Holmes: “conocedor de la química, aficionado al violín y adepto a la cocaína”, entabla una relación de amistad con el Dr. Watson: “médico ayudante del ejército inglés en la ocupación de India, aficionado a la cacería, los libros y la buena bebida”. Ambos se conocen por casualidad y arriendan el afamado apartamento 221B de Baker Street; estas son las “reimpresiones de las memorias del Dr. John Watson”.

Para asombro y admiración del doctor, desde el inicio de la historia, se va develando el carácter poco ortodoxo y enigmático de aquel investigador asesor. En Estudio en escarlata, el mismo doctor, confiesa sentir curiosidad por saber cuáles eran las finalidades de su vida, inclusive su aspecto físico:

Su estatura sobre pasaba los seis pies, y era tan extraordinariamente enjuto, que producía la impresión de ser aún más alto. Tenía la mirada aguda y penetrante, fuera de los intervalos de sopor a que antes me he referido; su nariz, fina y aguileña, daba al conjunto de las facciones un aire de viveza y de resolución. También su barbilla delataba al hombre de voluntad, por lo prominente y cuadrada. Aunque sus manos tenían siempre borrones de tinta y manchas de productos químicos, estaban dotadas de una delicadeza de tacto extraordinaria, según pude observar con frecuencia viéndole manipular sus frágiles instrumentos de Física.

El método deductivo, este le fue explicado a Watson una vez que leyera un artículo escrito por Holmes en una revista; en palabras del investigador se llega a conocer que, aquel consideraba “originariamente el cerebro de una persona como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que se prefiera… el necio introduce en él toda la madera que encuentra a mano…, mientras que el artesano hábil tiene muchísimo cuidado tiene muchísimo cuidado con lo que mete en el ático del cerebro; solo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarle a realizar su labor”. Por otra parte, en un día normal, la revista encontrada por el doctor el 4 de marzo, contaba con el artículo llamado El árbol de la vida, eso llamó su atención y lo leyó; el cual proponía que, todo aquel que fuese buen observador “podía aprender mediante un examen justo y sistemático de todo cuanto le rodeaba”, además, decía el autor: “quien se guiase por la lógica podría inferir de una gota de agua la posibilidad de la existencia de un océano Atlántico o de un Niágara sin necesidad de haberlos visto ni hablar de ellos”. La opinión de Watson al leer aquello fue: “En mi vida había leído tanta tontería” (!). Sin saber que su autor era el mismo Sherlock Holmes…

En el segundo texto mencionado, El signo de los cuatro, se observa con mayor precisión la forma en la cual el investigador trabaja resolviendo casos y su particular comportamiento, una vez que se encuentra con pistas que lo aproximan a la resolución de los casos. Dicho se de paso, estos son los enigmas que los prestigiosos investigadores Gregson, Jones y Lestrade de la agencia policial Scotland Yard no logran resolver; por lo tanto buscan ayuda y consejo del asesor-detective privado. Graciosamente, este siempre les da una pista, en apariencia, evidente para distraerlos y dejar el camino libre hacia la resolución ulterior de los casos; en cierto sentido, los aparta del camino para que no interfieran con sus métodos.

En el segundo de sus casos, Holmes actuaba en las escenas de los hechos de esta forma, según su cronista y acompañante Watson:
Sacando de su bolsillo la lupa y el metro, se arrodilló y empezó a recorrer el cuarto en todas las direcciones, tomando medidas, aplicando su nariz larga y fina contra el suelo, y examinándolo todo, en una palabra, con sus ojos penetrantes y vivos como los de un ave de rapiña. Sus movimientos rápidos y silenciosos traían a la imaginación un perro de caza venteando la pieza; al verle así consideré el temible criminal que hubiera sido…

Holmes recurría a toda clase de estratagemas para dar con la información necesaria, inclusive contratar chicos de la calle a sueldo para investigar por él; en su opinión, “estos pequeñuelos pueden meterse por todas partes, ver y oír todo sin despertar sospechas de nadie”.

El carácter de investigador asiduo e infatigable, no permitía que Holmes tuviera periodos de descanso cuando se encontraba sobre una pista; Watson dado más a la comida y al dormir, señala cómo aquel hombre, era verdaderamente raro, pues este no recuerda que el trabajo lo haya rendido, y sin embargo el ocio lo fatigaba sobremanera.

El ocio y pesadez que lo embarga, una vez que acaba un caso, en el intervalo de tiempo mientras aparece otro, cuenta el mismo Holmes: “empieza la reacción; durante una semana, por lo menos, voy a estar así, perezoso, indolente… En mí hay dos naturalezas: la del vago, la del perezoso y la del hombre activo y diligente. Parece hecho para mí lo escrito por Goethe: ‘Es lástima que la Naturaleza haya hecho de ti un solo ser; con tu carácter se podrían sacar dos: el hombre honrado y el malvado.’”. (A título personal, pienso que todos compartimos en cierta medida estas cosas con nuestro detective privado Sherlock Holmes). ¡Enhorabuena!

Sirva esta reseña, donde se destacan las características que acompañarán al detective y su asistente en los demás casos, para motivar su lectura.

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